Pensé en ella, Raúl! Pero la idea era incluir cajas de la que se desconociese tanto su utilidad como su contenido, ver cómo ese motivo atravesaba historias tan diferentes. Hubiera quedado bien, de todas formas: todas son vías de acceso a algo. Y en el fondo, la verdad, la entrada no deja de ser una excusa para colgar este estupendo video de Broadcast, uno de mis grupos favoritos.
Las cajas. Me sugieren almacenes sórdidos, pero también piezas lacadas para operar verdadera magia. Me recuerdan a adquisiciones de variadas categorías de inutilidad, pero, ahora, también a la Impronta de cuanto contiene una esencia fundamental.
Y eso es lo que le dijo el Cajón a la Caja, que reservan en sus entrañas todo lo que puede ser posible.
Bienvenida, Susana, y muchas gracias por tu hermoso comentario.
Hay sucios almacenes que guardan obras maestras robadas, claro, y preciosos cofres labrados que esconden el arma del crimen... Me gusta tu cajón, lleno de paisajes vividos.
Y el lenguaje, ¿no es también una caja, transparente y opaca al mismo tiempo? Una de esas salas con falsos espejos, como las que utilizan en las pelis para los interrogatorios policiales. Sólo que cuando escribimos no nos queda más remedio que estar siempre a ambos lados, dentro y fuera, mirándonos mirar, dentro y dentro. A ese misterioso cortocircuito le llamamos Literatura, creo.
(Badalona, 1975) es Licenciado en Comunicación Audiovisual y DEA en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada. Ha publicado los poemarios Víspera de ayer (Pre-Textos, 2005) y Gozne (Ayuntamiento de Zaragoza, 2009), así como numerosos artículos y reseñas sobre cine y literatura en diversas revistas culturales.
8 comentarios:
Hay otra caja imprescindible, que da pie a una historia de amor cojonuda. Guión y dirección de Paul Auster... Lulu on the bridge.
Bueno, y luego está la cigale, que siempre es una caja de sorpresas.
Pues es verdad, aunque allí se veía lo que contenía la caja, no? Una piedra, puede ser?
Pero la Cigale, ay, esa sí que es una caja lynchiana en toda regla, je, je.
yo añadiría la caja de Hellraiser: la configuración de los lamentos, casi nada.
¿Cajas? Creí que el otro día hablábamos de bolas...
Pensé en ella, Raúl! Pero la idea era incluir cajas de la que se desconociese tanto su utilidad como su contenido, ver cómo ese motivo atravesaba historias tan diferentes. Hubiera quedado bien, de todas formas: todas son vías de acceso a algo. Y en el fondo, la verdad, la entrada no deja de ser una excusa para colgar este estupendo video de Broadcast, uno de mis grupos favoritos.
Un abrazo.
Te vi mi interesado en el tema, J. Y luego dices que no te tira lo oriental...
Las cajas. Me sugieren almacenes sórdidos, pero también piezas lacadas para operar verdadera magia. Me recuerdan a adquisiciones de variadas categorías de inutilidad, pero, ahora, también a la Impronta de cuanto contiene una esencia fundamental.
Y eso es lo que le dijo el Cajón a la Caja, que reservan en sus entrañas todo lo que puede ser posible.
Bienvenida, Susana, y muchas gracias por tu hermoso comentario.
Hay sucios almacenes que guardan obras maestras robadas, claro, y preciosos cofres labrados que esconden el arma del crimen... Me gusta tu cajón, lleno de paisajes vividos.
Y el lenguaje, ¿no es también una caja, transparente y opaca al mismo tiempo? Una de esas salas con falsos espejos, como las que utilizan en las pelis para los interrogatorios policiales. Sólo que cuando escribimos no nos queda más remedio que estar siempre a ambos lados, dentro y fuera, mirándonos mirar, dentro y dentro. A ese misterioso cortocircuito le llamamos Literatura, creo.
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