IMPRONTUARIO: Caídas

martes, 27 de noviembre de 2007

Caídas

PAISAJE CON LA CAÍDA DE ÍCARO

Según Brueghel
cuando Ícaro cayó
era primavera


un granjero estaba arando
su campo
toda la pompa

del año seguía su
curso hormigueando
cerca

de la orilla del mar
absorto
en sí mismo

sudando al sol
que fundió
la cera de las alas

no muy lejos
de la costa
hubo

un chapoteo que nadie notó
ése era
Ícaro ahogándose


William Carlos Williams (1962)


MUSÉE DES BEAUX ARTS

Sobre el sufrimiento nunca erraron
los viejos maestros: qué bien entendieron
su sitio entre los hombres, cómo acontece
mientras alguien come o abre una ventana o simplemente se pasea aburrido;
cómo, mientras los ancianos esperan reverenciosamente, con pasión,
el milagroso nacimiento, siempre debe haber niños
patinando en un lago junto al bosque
que no tenían especial interés en que eso ocurriese.
Nunca olvidaron
que incluso el atroz martirio debe seguir su curso
de cualquier modo, en una esquina, en algún paraje descuidado
donde los perros continúan con sus vidas de perro y el caballo del verdugo
frota su inocencia contra un árbol.

En el Ícaro de Brueghel, por ejemplo: de qué modo todo se aleja
tan pausadamente del desastre; el labrador
debe haber oído el chapoteo, el grito abandonado,
pero para él no era una caída importante; el sol brillaba
como tenía que hacerlo, sobre las blancas piernas desapareciendo en el agua
verde; y el caro y delicado barco que debió haber visto
algo asombroso, un niño cayendo desde el cielo,
tenía algún lugar al que llegar y zarpó calmosamente.

W.H. Auden (1938)



6 comentarios:

Nodisparenalpianista dijo...

Qué fascinante es la historia de Ícaro y Dédalo. Siempre recuerdo la exposición aquella de Greenaway que sobre el tema, trataba del agua, de la vida, de la muerte y de las alas.
Muy bien la entrada comparada texto-imagen, pero si por el mismo precio pones la letyrita un pelín más grande, no nos dejaremos, legión de miopes, el ojo pegado a la pantalla.

Juan Vico dijo...

Verás, yo trabajo en una pantalla de formato más o menos panorámico, y en ella el texto, tal y como lo había configurado, aparecía correctamente. Pero en una pantalla normal, como la que estoy utilizando ahora mismo, se ve, efectivamente, demasiado pequeño. Corregido está.

Qué descuidado tengo a Greenaway, por cierto.

Juan Manuel Macías dijo...

\begin{comentario}

Enhorabuena por la traducción de entrambos poemas.

\end{comentario}

Pepa Cobo dijo...

Interesante mito... Hay donde se dice que el hijo paga el pecado del padre, sí, pero lo cierto es que el ser humano es vulnerable al poder y a lo desconocido. Hay que cuidarse para no pretender elevarse más allá de lo que uno se sabe desconocedor.
No sé si has leído algo sobre el Síndrome de Ícaro, es interesante, mucho.
La versión pictórica de Jacob P. Gowy, me parece más rotunda, será porque me gusta mucho el tratamiento que se le da a los cuerpos en el barroco, no sé.
El mito da para unas cuantas veladas de tertulia.
Gracias por tus propuestas. Dan qué pensar y eso se agradece.

Un abrazo

E. G-Máiquez dijo...

Estoy casi como el labrador: qué pena no tener tiempo para pensar un poco más en la imitatio y en el plagio y en dónde poner los límites. Estos textos son un magnífico ejemplo y buen campo de trabajo. Muchas gracias. Volveré a ellos.

Juan Vico dijo...

Gracias a vosotros, por las visitas y los comentarios.

A mí también me entusiasma el cuadro de Gowy, Pepa, y el barroco en general. Lástima que no pueda visitarlo con tanta frecuencia como me gustaría. No conocía el síndrome de Ícaro; lo he buscado en la Web (¿ el laberinto de Dédalo?) y sí, tienes razón, es muy interesante. Resérvame un hueco en una de esas aladas tertulias que propones.

El tema de los límites del plagio, del homenaje, del intertexto o como se quiera llamar, es apasionante, Enrique, aunque lamentablemente se suele abordar de una forma bastante frívola. Con lo moderno o postmoderno o postpostmoderno que se puede llegar a ser dialogando con la tradición...