IMPRONTUARIO: El sujeto proteico

domingo, 9 de noviembre de 2008

El sujeto proteico

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Gozne oxidado: la poesía como voz de una supuesta verdad subyacente, expresión pura (puritana) de la individualidad. ¿Surrealismo, aun así? Quizás un irracionalismo atento a la voz múltiple de un sujeto poético de límites difusos, confundido, si es preciso, con su objeto. Ashbery: la vocación esencialmente proteica del sujeto poético: el sujeto proteico. David Lynch. Zelig. Antonioni pasado por el cedazo oriental. Un postracionalismo despojado de toda épica y libre del lastre romántico. Un su-realismo de nadie.
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16 comentarios:

Juan Manuel Macías dijo...

Lo de "libre del lastre romántico" me gusta. Interesante todo. La dispersión del yo siempre es algo que me ha interesado mucho en poesía. Un venerable ejemplo podrían ser los partenios de Alcmán. Al menos yo siempre lo he visto así. Da gusto ver, Juan, cómo haces poesía de la teoría literaria. Porque este texto es un poema en prosa en toda regla.
Abrazote.

Juan Vico dijo...

Me admira, Juan Manuel, tu capacidad para rastrear lo nuevo en lo viejo y viceversa. Balbuceábamos entonces, y seguimos en lo mismo, ¿verdad? Gracias, como siempre, y un fuerte abrazo

Juan Vico dijo...

Hey, al final te has decidido a “afinidarte”! Bravo!

camaradeniebla dijo...

eso.
¡viva la teoría literaria¡
jajajaja

Juan Vico dijo...

Está muy bien tu Hass, Ana, no había leído nada suyo...

Jesús dijo...

Hola, ¿lo del sujeto proteico es algo así como lo de Pessoa o es que no he entendido nada? Y, otra cosa, ¿tú crees que un poeta puede tener voz propia partiendo de esos presupuestos? Si lo he entendido bien, el tema me interesa, yo he buscado mi voz, una sola voz, y he tenido que censurar las otras. En fin, si alguien quiere opinar que me diga lo que piensa.

Juan Vico dijo...

Hola, Jesús, bienvenido. En realidad no hablaba de heterónimos, ni de cambiar de estilo o voz en cada poema. Se trata más bien de la libertad del sujeto poético, de su independencia para ser singular o plural, pasado o presente, acrónico o sincrónico, etc., incluso dentro de un mismo poema.

Por eso citaba a Ashbery: “Supongo que no tengo una sensación fuerte de mi propia identidad y me resulta muy fácil moverme de una persona, en el sentido de un pronombre, a otra y esto ayuda a producir en mi poesía una suerte de polifonía…”.

Y por eso hablaba de postracionalismo, como un punto intermedio entre el surrealismo más superado y ese cargante logocentrismo que aún sigue dominando buena parte de la poesía actual.

Se trata, en fin, de que el sujeto poético deje de estar sujeto, si me permites el chiste.

Jesús dijo...

Hola, yo sigo sin encontrar una relación entre realismo y el pronombre en el que se exprese el sujeto. La poesía aquella de denuncia social (tipo la de Celaya) hablaba en plural, y muchos poemas de Cernuda (muy realistas, además) tienen un sujeto en 2ª persona (tú) o bien toman la voz de un personaje (ej. el poema de Lázaro). Eso también pasa en Gil de Biedma o Luis García Montero, y son poetas realistas. En fin, no quiero crear polémica, ni resultar incómodo, más cuando acabo de presentarme, pero está bien discutir de estas cosas, siempre se aprende. Tal vez esté haciendo el ridículo diciendo estas cosas, pues no entiendo mucho de teorías poéticas. En todo caso, te mando un saludo y gracias por tu mensaje anterior.

Juan Vico dijo...

Al contrario, Jesús, te animo a opinar y polemizar cuanto gustes, me apasiona discutir sobre estos temas.

Quizás la cuestión de los pronombres no dé demasiada luz al asunto, al menos si lo tomas de forma literal.

En teoría cinematográfica se ha debatido desde siempre la cuestión de “quién narra”. En una novela es muy fácil concretarlo, pero en una película, si te fijas, se alternan planos objetivos (los más) con planos subjetivos, planos naturalistas (a la altura de los ojos, por ejemplo) con otros más “artificiales” (un travelling en picado, un plano detalle en forma de inserto,…), etc. Toda esta variedad de perspectivas se alternan de forma articulada para dar lugar a un discurso de ejes múltiples, no dependiente, en términos generales, de una voz que diga “yo”, “tu”, o “nosotros”, y que si nos recuerda al narrador omnisciente clásico (“él”) será sólo por convención asumida y por la larga sombra (aún) de la novela tradicional. Sé que trasladar este tipo de discurso descentrado a la literatura es imposible, e incluso poco deseable: no creo que tenga mucho sentido copiar lenguajes de una disciplina a otra. Pero se me ocurre que puede inspirar formas de dejar atrás ciertos esquemas esclerotizados.

Evidentemente estoy hablando en términos personales, y todo esto obedece a tentativas, a preguntas que uno se hace a partir de ciertas intuiciones. Es lo bueno y lo malo de los blogs: que son talleres sin cuarta pared, y todo lo que se dice por aquí suele estar sin pulir y manchado de grasa.

Juan Manuel Macías dijo...

Es un tema interesante, sin duda. En todo caso, yo creo, Juan, que el uso clásico de las personas verbales tampoco está agotado del todo en poesía. Si lo pide el guión, como decían aquellas actrices de los 70 para mostrar sus atributos :-)
Abrazo.

Juan Vico dijo...

Por supuesto, Juan Manuel, no se trata de anular nada, sino al contrario: de abrir vías.

Y me gusta que cites a nuestras glorias del destape, je, je.

Un abrazote.

Juan Vico dijo...

Por cierto, Jesús, se me olvidó decirte que me da bastante envidia tu profesión: soy un fanático de los libros de viejo (a pesar de mi rinitis).

Un abrazo.

Jesús dijo...

Hola, Juan, te digo que no hay nada envidiable, sinceramente, en esta profesión. Lo beneficios no son para tirar cohetes, se trabaja mucho haciendo fichas de libros y empaquetando, pero al menos las ventas son estables. Lo peor: se pelea todo el día con gente que viene a venderte libros, y es bastante sucio y desagradable hacerlo. Hay que tener entereza para no perder los nervios (yo leo a Séneca). La gente pierde toda la educación cuando considera que le ofreces poco dinero por sus "interesantísimos" bestsellers de los años 70. La compra-venta es un sector duro, sea libros o lo que sea, te podría contar muchos casos, pero te digo uno como ejemplo: te llaman para que vayas a ver un lote enorme e interesantísimo de libros muy antiguos en un barrio marginal, el que te llama no sabe bien lo que hay en las cajas, ni cuántos libros hay, tal vez no sepa ni leer. Es tu trabajo, tienes que arriesgarte; piensas que tal vez sean libros de hace siglos y quieres hacerte con ellos. Coges la furgoneta, te recorres la barriada atemorizado de que te roben los 600 euros que llevas encima para comprar los libros (si son interesantes) y cuando llegas a tu destino, un almacén destartalado que se usa para oscuros fines, te topas con la colección de quiosco de Stephen King hecha polvo, que no vale ni a euro el tomo. Y ahí comienza la discusión: "llévatelos, venga, y dame lo que sea, payo, que me hace falta pa' comer" Y los chavalines empiezan a rodearte y a meterte las manos en los bolsillos... Y te toca salir cortando si no quieres perder hasta la camisa. O casos de gente que te amenaza y te llama mentiroso cuando le dices sinceramente que su maravillosa novela de Victor Hugo de los años 20 heredada de su abuelo no es una joya y no vale los 10.000 euros que pide, sino que está valorada en algo menos de 10 euros... En fin, prefiero no seguir hablando, pero casos del estilo son bastante corrientes. Un saludo.

Juan Vico dijo...

Claro, Jesús, desde fuera uno ve el lado más atractivo y no se detiene a pensar en estas cosas. Todos los trabajos tienen su “cara oscura”, desde luego, y lo que cuentas suena bastante desagradable, pero seguro que se compensa con otras cosas. En fin, que esto de trabajar es una mala costumbre.
Un saludo.

Javier Galarza dijo...

Tal vez depués de la experiencia misma del siglo XX, el sujeto mismo se halla herido, como en la poètica de Celan.
Vacío presentido por Mallarmé donde el yo y el tú nunca habían quedado tan lejos.

Juan Vico dijo...

Hola, j.g., bienvenido.

Sí, claro, todo empieza en Mallarmé: 6 caras del dado, 6 pronombres.